jueves, 12 de julio de 2012

Criterio propio.

 Hoy vamos a hablar, va por tí, Vicente, de un primo hermano, mucho más importante que él, del sobrevalorado  "sentido común" y que no es otro que "el criterio", el criterio propio sobre las cosas, el criterio ante los hechos, el pensamiento y las circunstancias de la vida.
,
La palabra, de origen griego, "kritherion", se refiere al hecho de juzgar, pero más allá de la función judicial y no sólo en el ámbito de la justicia,  se adquiere el criterio en base a valoraciones objetivas, pero también subjetivas,  y que no tienen que coincidir con la  "pura" verdad, si es que ésta se pudiera acotar, que en muchos casos no es así. Las citadas valoraciones son premisas normativas lógicas que permiten tomar decisiones coherentes así como clasificar las cosas en función de características concretas pero también de opinión formada y personal sobre cada una de ellas.

Así como un juez debe atenerse objetívamente a los hechos y al derecho para interpretar las pruebas y sin embargo al final ha de introducir su subjetiva interpretación de los enrevesados acontecimientos para concluirlos con mayor enjundia aplicando también sus convicciones personales, la persona de cualquier otro ámbito que posee criterio propio sobre cualquier cosa decide  de acuerdo a las normas sociales y legales que atañen al asunto a considerar pero también se ha de ayudar de su propio código moral, cultural, también religioso, desde luego sus certezas personales. Eso sería el criterio propio.

Se dice que hay tres grandes grupos de personas: los que tienen su propio criterio sobre las cosas, los que aplican el criterio que le dictan otros y los que, sencillamente, no tienen criterio, ni propio ni dictado. Y no lo tienen, o lo tienen muy deteriorado, sobre la mayoría de las cosas que no pertenezcan a la parte más reptílica de nuestros cerebros. A saber: Comer, dormir y aparearse. Es lamentable, pero para esas tres primarias tendencias no hubiera hecho falta evolucionar a persona humana pues esas son también las prioridades, el único campo donde vierten sus elementales criterios, o la ausencia de ellos,  los propios reptiles. O el sencillo borrico.

Una persona con criterio propio asume una posición personal ante los hechos, ante la vida, un pensamiento crítico que le permitirá decidir lo que es correcto o incorrecto, lo que es justo e injusto, lo que es demagógico o real, y lo hace por encima incluso de marcos legales o normas establecidas, por supuesto de lo que le vende la publicidad, los creadores de opinión y prescindiendo de lo que opinan otros a su alrededor, decide libremente su propia posición sin influencias exógenas, o filtradas éstas por el tamiz de sus propios convencimientos.

Naturalmente hay que adquirir el suficiente conocimiento sobre el objeto de aplicación del criterio, también cultura general, y tener muy a mano para disponer en todo momento a la hora de formar un criterio  sobre cualquier tema, conceptos como la dignidad, la empatía, la compasión, la justicia o el libre albedrio, además de personalidad propia, algo que también escasea alarmantemente.