viernes, 29 de junio de 2012

El efecto Pigmalión


Pigmalión rey de Chipre y escultor mitológico, era un señor un poco quisquilloso, seguramente misógino, que se negaba obsesivamente a tomar esposa, con lo que peligraba la descendencia real (un problema tremendo, no?)  y se pasaba la vida modelando figuras de mármol, preferiblemente de mujer, como si buscara en aquellas estátuas la mujer perfecta que él no sabía ver entre las que le rodeaban y a las que rechazaba olímpicamente.
Una de aquellas estátuas le quedó tan bien, tan físicamente perfecta, que Pigmalión se quedó prendado, enamorado de ella hasta las cachas. Y deseó febrilmente a aquella estatua. Y deseó febrilmente que la estatua se convirtiera en carne y hueso. La diosa Afrodita, a la sazón en el negociado de asuntos del amor y deseos más o menos fervientes, lo vió tan desesperado, quedó tan impresionada de la obsesión de aquel desdichado por la estátua  que, efectívamente, le dió vida,  convirtió en una mujer de carne y hueso a aquella mujer de mármol. Así nació Galatea, la que luego sería su esposa y madre de sus hijos.
Luego, como casi todo lo mitológico, el caso de Pigmalión sirvió para que científicos, poetas, psicólogos y otras gentes de mal vivir, arrimaran el ascua a su sardina y teorizaran con el caso de las expectativas y actitudes humanas ante las cosas usando el caso para dar explicaciones a algunos de sus experimentos. Así se escribe la historia, así se desarrolla la ciencia.
En base al efecto Pigmalión, por ejemplo, un sesudo científico, un tal  Rosenthal,  desarrolló un experimento que consistió en tomar al azar a una serie de alumnos perfectamente "del montón" y darle sus nombres a los profesores asegurándoles falsamente que eran superdotados. El efecto Pigmalión funcionó y a los ocho meses aquellos alumnos obtuvieron resultados de superdotados. La expectativas de los profesores, la forma de tratarlos en base a su supuesta supercapacidad, había obrado en ellos el "milagro" de la excelencia, había transformado, estimulado, en positivo sus mediocres capacidades, sus mediocres trayectorias.


 También se le podía llamar positivismo, u optimismo vital. La actitud ante la vida es básica para que la disfrutemos básicamente o básicamente la suframos.
Al mismo tiempo, el reverso de la moneda es el negativismo, el pesimismo de partida, porque podemos pensar como muy probable, más incluso que en positivo, que el mismo fenómeno en negativo, las expectativas vistas con un prisma pesimista, es casi un seguro de desgracias, se harán realidad con toda probalidad. Todos sabemos que eso es cierto en un gran número de situaciones:
La moraleja cae por su propio peso: Tenemos que someter a control nuestras reflexiones, nuestras creencias, nuestras expectativas y darles siempre el tinte positivo, aunque sea desesperada y enfermizamente como hiciera Pigmalión, para que se cumplan. O no, si es eso lo que deseamos.

2 comentarios:

Marilia dijo...

Tito Mampo!!! Qué alegría me ha dado ver que vuelves a escribir...!! Ahora soy yo la despistada desaparecida, que mira lo que he tardado en darme cuenta...

Pues sí, qué razón llevas... La misma cosa vista desde dos puntos de vista opuestos puede cambiar radicalmente. Es cuestión de actitud.

Por eso yo he decidido vivir la vida con una sonrisa,y enfrentarme a todo con ella. Y te digo, por experiencia, que así no hay nada ni nadie que consiga arruinarme el día. Qué más puedo pedir...?

Un súper mega macro besazo!!

José Antonio Vera dijo...

Hola, bonica!!!Parece que vuelvo a tener ganas de plasmar sensaciones y tontás...Iré leyendo lo que pongas tú, la maría y algún amiguete más...
Por otra parte, estaba seguro que tú eras de las que "positivizas" la vida..No hay más que verte para asegurarlo, jeje!!...(Aunque te guste coquetear con la melancolía, eh....aunque yo sé que es sólo en su faceta poética....
Una abraçada y gracias por estar, seguir estando, ahí...No sabes la ilusión que me ha hecho leerte `por aquí...